La historia de la música tiene dinámicas extrañas y a veces, injustas. No hay novedad en esto. Entre tanta gloria, también hay muchas desgracias y omisiones. Por ejemplo, una desconocida banda de Detroit colocó más números uno en las listas de éxitos que los Beatles, los Rolling Stones y The Beach Boys, todos juntos. Sin embargo, hasta hace uno años, muy poca gente conocía a los Funk Brothers, la genial banda de sesión de la Motown Records en los años sesenta.
«Pet Sounds», la gran obra maestra de los Beach Boys, fue el resultado del genio creativo de Brian Wilson y la mejor banda de sesión de Los Ángeles: The Wrecking Crew. Mientras el resto del grupo no comprendía el nuevo divague musical de su líder, a quién creían que se le había deschavetado la cabeza. «Thriller», el álbum más vendido de todos los tiempos por el inefable ex rey del pop, tuvo como músicos de apoyo a los integrantes de Toto. Inclusive la primera experiencia discográfica de los Beatles fue la de ser una simple banda de apoyo para un desconocido cantante llamado Tony Sheridan en los bares de mala muerte de Hamburgo.
El éxito individual de algunos músicos fue producto del proceso colectivo de otros. Ni más ni menos. Músicos que muchas veces quedaron en el olvido y fuera de los créditos. ¿Conquistaría David Bowie los primeros años setenta sin los Spiders From Mars?, ¿Elvis Costello grabaría una serie de álbumes fantásticos durante la New Wave sin los Attractions?, ¿El blues iba a poder renacer en los ochentas si Stevie Ray Vaughan no contaba con los Double Trouble?. Nunca lo sabremos.
Todo es pura y estúpida suposición. Los hechos nos hablan de otra cosa y en parte, estamos contentos de que todo haya sido así. Esta es una pequeña selección de geniales asociaciones que marcaron a fuego lo mejor de la música del siglo pasado:
The Hawks – The Band
Si la leyenda de The Band no fuera suficiente por cuenta propia como uno de los mejores grupos en la historia del rock, también hay que añadir que fueron la mejor banda soporte en toda la carrera de Bob Dylan. Conocidos originalmente como los Hawks, fueron la agrupación ideal para llevar a los escenarios el cambio musical del ídolo folk a mediados de los años sesenta. Aquél híbrido entre la música de protesta y el rhythm and blues que armó controversia en los círculos conservadores de la música folk, que acusaban al genio de Duluth de ser un Judas por subirse al carro del rock con unos desconocidos canadienses.
Originarios de Ontario, Los Hawks tuvieron su primera experiencia como banda de apoyo para Ronnie Hawkins, un olvidado héroe del rock candiense. Sin embargo, el éxito les llegó cuando decidieron embarcarse con Dylan en su tour por Inglaterra en el año 1966. Un período controvertido en que el cantante estaba buscando desprenderse de esa figura mesiánica que la prensa y sus fanáticos habían creado sobre su persona. Con The Hawks, su nueva propuesta musical era el punto de partida en esa transformación. Un período conflictivo que se encuentra registrado en un par de documentales (Eat The Document y Don’t Look Back) dirigidos por D. A. Pennebaker. Aquel año frenético terminaría con Dylan recluido en su granja de Woodstock luego de accidentarse en un paseo en su motocicleta y con Los Hawks volviendo a los circuitos de pequeños bares en Nueva York.
Sin embargo, sería el año 1968 el más importante para los canadienses. Dejaron de llamarse Los Hawks, se transformaron en The Band y se aislaron con Dylan en una gran casa rosada que alquilaron en las cercanías de Woodstock, al norte de Nueva York. Allí la banda grabaría una docena de canciones con Zimmerman que luego se transformarían en unas rarezas que saldrían recién a la luz bajo el nombre de «The Basement Tapes» en el año 1975. Una colaboración que llega en su mejor momento con «I Shall Be Released», un clásico con letra de Dylan y música de los canadienses que se incluye en «Music From Big Pink», el legendario álbum debut con que los canadienses empezaron a forjar historia por cuenta propia.
Sin embargo, cuando en el año 1974 Dylan decidió realizar su primera gira en nueve años, llamó nuevamente a sus viejos conocidos. La gira que tuvo el nombre de «Bob Dylan and The Band 1974 Tour», consistió en una serie de cuarenta conciertos en menos de un mes a lo largo de todo Estados Unidos. Con la base rítmica de Danko en el bajo y Helm en la batería, las guitarra de Robbie Robertson, los teclados de Garth Hudson y el piano de Richard Manuel, el universo dylanesco encontró una nueva vía para expandirse en quizás, el momento más zarpado, potente y rockero del cantante. Una gira increíble que a ser inmortalizada en el genial álbum doble «Before The Flood» del mismo año.
Por si aún quedan dudas sobre la genialidad de The Band, siempre es bueno revisionar esa maravilla filmada por Scorsesse bajo el nombre de «The Last Waltz». Un descomunal concierto donde toda una generación de músicos rinde pleitesía a los talentosos canadienses.
Los chicos de Miles
La segunda mitad de los años sesenta fue uno de los períodos más prolíficos en la carrera de Mile Davis. Siete álbumes grabados solo entre los años 1967 y 1970. Una búsqueda insaciable que pretendía llevar al jazz a nuevos horizontes. Sin embargo, Miles no estaba solo. El veterano trompetista formó un recordado quinteto con músicos cómo Herbie Hancock en piano, Wayne Shorter en el saxo, Ron Carter en el bajo y Tony Williams en la batería. Con esos tipos Miles trataba de hacer frente a sus escasas ventas, sus problemas con el alcohol y la frustrante idea de que su música había llegado a un callejón sin salida.
Sin embargo, cuando conoció a Betty Mabry, una modelo en sintonía con las últimas tendecias culturales en New York, todo iba a cambiar. La nueva novia de Davis le hizo conocer la escena rockera de la ciudad y las geniales bandas de la contracultura de Los Ángeles. De un día para otro Miles prestó atención a artistas como The Byrds, Sly and The Family Stone y Jimi Hendrix. Para 1968 Davis ya había roto la pureza de su quinteto acústico con la incorporación de instrumentos eléctricos y unos jovencísimos Chick Corea en piano y Dave Holland en bajo.
La expansión de Davis hacía el horizonte eléctrico guarda cierta analogía con lo que ocurrió con Dylan a mediados de los setentas. La escena conservadora del jazz acusaría al trompetista de venderse a la escena mainstream y querer congraciarse con el público blanco, ofreciendo conciertos en espacios estrictamente rockeros como el Fillmore East de Nueva York. En ese contexto, Davis iba profundizar su cambio de estilo en dos álbumes para la posteridad: «In a Silent Way» y «Bitches Brew».
Con estos dos álbumes volvía a cambiar las reglas del jazz como lo había hecho una década antes con «Kind Of Blue». Pero aparte de eso iba a afianzar a un puñado de músicos que durante los setentas iban a seguir la misma dirección musical formando las mejores bandas en la historia del jazz fusión. En «In a Silent Way», la veta rockera de Davis iba ser potenciada con la guitarra de John McLaughlin y los pianos eléctricos de Corea y Joe Zawinul. Una experimentación que iba a llegar a su mayor climax en «Bitches Brew» con la adición de músicos como Billy Cobham y Lenny White en baterias, Bernie Maupin en vientos y Airto Moreira en percusión.
El proceso de los álbumes, aunque publicado en dos años diferentes, llevó en total solo cuatro días. Eso fue suficiente para que Davis vuelva a reinventar el jazz en todas sus facetas e incubar el talento de músicos que, en la próxima década, formarían bandas tan sensacionales como la Mahavishnu Orchestra, Weather Report, Return to Forever o los Headhunters. El resto ya es historia.
Prince and The Revolution
El ego de Prince era tan inmenso a sus 22 años que no necesito de nadie más para componer, arreglar y grabar todos los instrumentos de sus primeros tres álbumes. En la historia del pop no aparecía un genio creativo con tanta libertad desde Stevie Wonder a comienzos de los setentas. Sin embargo para «Controverty», su cuarto álbum, Prince aflojo en sus exigencias y decidió juntarse con una serie de músicos de Minneapolis que lo acompañaban en sus presentaciones en vivo desde hace un par de años atrás: The Revolution. Una banda formada por el propio Prince y que emulaba a Sly and The Family Stone por el hecho de ser una banda interracial y de integrar a músicos de ambos sexos.
The Revolution solo grabaría de forma oficial cuatro álbumes con Prince. Sin embargo, iban a definir el sonido del artista durante la primera mitad de los años ochentas, además de ser una de las mejores bandas en vivo de la época. El primer álbum grabado por The Revolution fue la distópica «1999», un álbum donde Prince es acompañado vocalmente por la tecladista de la banda Lisa Coleman y Jill Jones. Además, cuenta con el apoyo en la guitarra de Dez Dickerson, el tipo que grabó el famoso solo que suena en la erótica «Little Red Corvette». Con The Revolution Prince vendería más de seis millones de copias de «1999» y definiría el sonido de Minneapolis, un híbrido autóctono que fusionaba el soul y el funk de la ciudad con los nuevos sonidos modernos de la new wave y el synthpop. Un clásico instantáneo.
Pero cuando Prince and The Revolution desbancaron del primer puesto al enorme «Born In The USA» de Bruce Springsteen en 1984, la banda estaba en su mejor momento. La obra cumbre era «Purple Rain». Un álbum en donde el grupo suma una nueva integrante con Wendy Alvion en guitarras y voces. Con el hilo conductor de la película homónima como referencia, «Purple Rain» es un álbum conceptual pero musicalmente más accesible que «1999». El LP guarda lo mejor del católogo de Prince and The Revolution más allá de los hits radiales. Canciones como «Take Me With You», «Computer Blue» y «Baby I’m Star» complementan a la perfección una obra que, entre la exhaltación afentamínica de «Lets Go Crazy» y la belleza melancolía de «Purple Rain», representa uno de los puntos musicales más altos de los años ochenta.
Prince and The Revolution grabarían un par de álbumes más (Around The World In a Day y Parade) para tocar por última vez en una noche de verano en la lejana ciudad de Yokohama, en Japón, como parte del Parade Tour. Un año después, Prince ya tenía una nueva banda y comenzaba una nueva búsqueda musical con The New Power Generation. Pero esa ya es otra historia.
Como un dato aparte. En Sudamérica, The Revolution sería la inspiración para que Charly Garcia llamará a los suyos como The Prostitution hace unos años atrás.
Neil Young and Crazy Horse
La banda más pequeña y potente de la lista. Una serie de músicos andrajosos del área de Los Ángeles, aficionado a los excesos, carentes de todo atractivo e inmensamente talentosos. Así eran Los Rockets en el año 1968 cuando grabaron su álbum debut del que solo vendieron cinco mil copias. El fracaso comercial llevó a tres miembros de la banda, (Danny Whitten, Billy Talbot y Ralph Molina) a ponerse a disposición de Neil Young en su segundo álbum «Everybody Knows This Is Nowhere». El éxito del álbum y la gran dinámica del cuarteto produjo la separación de los Rockets y llevó a Neil Young a renombrar a sus nuevos amigos como los Crazy Horse.
La dualidad musical de Young es patente en toda su discografía. De las potentes, y sucias improvisaciones rockeras a las tiernas baladas country. De la rabia social en las canciones de protestas, a hermosos poemas de amor febril. En ese espectro ambivalente, los Crazy Horse se encuentran más a gusto en el lado oscuro y catártico del artista canadiense. Una banda que iba a reconfigurarse a comienzos de los años setenta con la muerte por sobredosis de Danny Whitten durante las sesiones de «Harvest» y la elección de Neil Young por los Stray Gators como nueva banda de acompañamiento por un par de años.
Sin embargo, Billy Talbot y Ralph Molina volverían a reunirse con Young a mediados de los años setenta y le presentarían al nuevo integrante de la banda Frank «Poncho» Sampedro, guitarrista con el cual quedaría la versión más estable de la banda y además sería uno de los colaboradores más cercano de Young con los años. Con la publicación de «Zuma» en 1975, Neil Young explotaría su faceta más rockera gracias a la sesión rítmica de Talbot en el bajo y Molina en la batería. Además, comenzaría a volver míticos sus improvisaciones escénicas que serían recogidas en un par de legendarios álbumes en vivo: Rust Never Sleeps y Live Rust. El claro ejemplo de esa época es la clásica «Hey Hey, My My (Into the Black)», una canción en la que el canadiense afirma haberse inspirado en Devo y su propia irrelevancia musical durante esos años.
La constante búsqueda musical de Young, sus problemas con la industria discográfica y su incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos, llevaron a la banda a un período inestable y de escaso éxito comercial durante los años ochenta. Sin embargo, el gran retorno de Neil Young y los Crazy Horse serían en los albores del grunge cuando parieron uno los mejores álbumes en la discografía del canandiense: Ragged Glory. Un disco en que la banda volvue a sus raíces rockeras, a base de garage rock y guitarras distorsionadas. Álbum directo, simple y a la médula, que reiventa el legado de Young y abre de un portazo a los años noventa.
«Weld», el álbum en vivo que sintetiza lo mejor de la gira promocional de «Ragged Glory», es uno los discos en vivo más infravalorado en la historia de la música. Young y Crazy Horse nunca sonaron más fuertes, distorsionados y enloquecidos. El cuarteto resucitaba del olvido, marcaba el punto de referencia para muchas bandas de la década y transformaba a Neil Young en el padrino inconformista, transgresor y contestatario de toda una generación.
La Banda del Jefe: The E-Street Band
Cuando Bruce Springsteen logró pasar la audición en Columbia Records tocando una simple guitarra en la oficina de John Hammond (el mismo tipo que había descubierto a Bob Dylan una década antes), sabía que podía convertirse en el próximo Dylan pero que eso no era suficiente. Ni era lo que el quería. Con un contrato de grabación bajo el brazo, llegó a los bares de la costa de New Jersey y reunió a los mejores músicos de la escena para llevarlos hasta Nueva York y grabar el primer LP de su carrera: Greetings From Asbury Park, NJ.
Ninguno de los músicos de Springsteen eran unos improvisados. Curtidos por años en interminables noches en los bares de Nueva Jersey, canalizaban las intensas presentaciones de Sprigsteen, que luego de un coqueto con el hard rock en una banda llamada Steel Mill, encontraba su propia identidad inspirándose en lo mejor del cancionero popular estadounidense, combinando un enérgico rock and roll con historias de lugares comunes y héroes anónimos. Para la públicación de su tercer álbum, «Born To Run», Springsteen y la E-Street Band ya se habían convertido en un fenómeno cultural y sus conciertos llegaban a niveles épicos nunca antes visto.
Uno de los mejores ejemplos de ese período es el disco en vivo «Hammersmith Odeon, London ’75». Un álbum que rescata la primera presentación de la banda en el Reino Unido. Una gira recordada por sus explosivas presentaciones y por un Springsteen furioso que llegó a arrancar todos los afiches promocionales del concierto que lo presentaban a él y a su banda como uno de los mejores espectáculos del planeta. Según cuenta Springsteen en su biografía sobre este hecho, «Mi negocio es el negocio del espectáculo y ese es el negocio de mostrar, no de contar. No has de contar nada a la gente, se lo muestras y dejas que decidan por ellos mismos». Una idea que resumen quizás, el espíritu de la E Street Band.
Para la segunda mitad de los setenta la banda estaba en su mejor momento. Con la sección rítmica de Gary Tallent en el bajo y Max Weinberg en la batería, Roy Bittan en pianos, Danny Federici en teclados, Steve Van Zant en guitarras y el sensacional Clarence Clemons en el saxo. Una locura de banda. Este sexteto iba a ser la formación más éxitosa para Springsteen hasta los primeros años ochentas cuando el Jefe prescindió de todos ellos para grabar «Nebraska», su disco más intimista hasta esos días.
Sin embargo, para el año 1984 la banda se volvería a reunir para grabar el álbum más exitoso en toda la carrera de Springsteen y la E Street Band: Born In The Usa. Un álbum en que Springsteen dispara contra el falso patriotismo norteamericano tomando como referencia la situación de los veteranos de vietnam durante el gobierno de Ronald Reagan. Además de narrar una serie de melancólicas historias sobre el lado oscuro del sueño americano. Crítica social y éxito comercial en uno de los mejores trabajos de la década que, hasta la fecha, lleva vendido más de 30 millones de copias. Como en casi toda la discografía de Springsteen, la E Street Band solo tuvo un mínimo reconocimiento en los créditos.
En la actualidad, de la formación original solo acompañan a Springsteen, Steve Van Zant, Gary Tallent, Max Weinberg y Roy Bittan. Para los muchachos de Jersey la intensidad ha mermado, pero la calidad sigue intacta. O que te lo cuente Tom Morello cuando se zarpó con ellos.
Si llegaste hasta acá, te dejamos este play-list resumen del texto.