En lo remoto de una montaña, ocho jóvenes que forman parte de una organización militar tienen la obligación de mantener en custodia a un rehén y cuidar de una vaca lechera que les ha sido entregada. Sin embargo, un hecho relacionado con la vaca pondrá a prueba la estabilidad emocional del grupo.
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La segunda película de ficción dirigida por Alejandro Landes confirma el éxito internacional del cine colombiano en los últimos años. Un fenómeno que se ha generado con películas como «Abrazo de la Serpiente» y «Pájaros de Verano», ambas dirigidas por Ciro Guerra. Dos películas que abordan los efectos devastadores del choque cultural entre los pueblos indígenas y el hombre blanco. Con «Monos», Landes se aleja de ese tópico, sin embargo, toda su narración se apoya en el mismo universo donde ocurren las historias de Guerra: la inmensidad y lo profundo de territorio colombiano. Por qué es allí donde esta marcada gran parte de la historia política y social del país.
Ocho chicos pateando una pelota con los ojos vendados en la cúspide de una montaña bajo una intensa neblina. Ese es el arranque desolador de la película. Todos ellos forman parte de una unidad militar llamada «Monos». No se sabe de dónde vienen cada uno o a que organización responden. En ese lugar inhóspito, frío y alejado, solo tienen contacto con el exterior con el «mensajero», una especie de militar de mayor rango que aparece cada tanto para proveerles lo que necesitan, entrenarlos y recabar información sobre el área y la organización. En una de sus visitas el mensajero les deja una vaca que tendrá que ser devuelta sana y salva. Además, se asegura de lo más importante, la custodia de una rehén con acento extranjero que está bajo responsabilidad de los chicos.
En ese panorama se desarrolla la vida de los ochos personajes, en donde sobresale el liderazgo del Lobo. El joven inicia una relación con Lady, una de las dos únicas muchachas que forman parte del grupo. Ambos se casan y celebran un matrimonio improvisado en la profunda noche de la montaña. La estabilidad del grupo parece imperturbable y sin ningún tipo de conflicto entre sus miembros. Sin embargo, un hecho puntual con respecto al cuidado de la vaca va generar un giro en las relaciones de todos ellos. A partir de ese momento la atmósfera de hermandad que reinaba en el grupo dará paso a la anarquía y a un largo viaje por las sierras colombianas.
Mientras la historia se desarrolla es imposible no obviar su relación con «Lord of The Flies» de William Golding. Aquella novela en la que un grupo de chicos debía sobrevivir en una isla desierta luego de un accidente aéreo. En «Monos» el contexto es diferente, pero los temas que abordan son similares. La película es un retrato muy crudo sobre la transición que existe entre la faceta más humana de un joven a la condición de salvajismo que puede llegar en una atmósfera claustrofóbica e inabarcable, que no remite al espacio físico, sino más bien al contexto social en que se desarrolla. Los chicos de «Monos» pueden escapar de la selva, pero no del conflicto bélico en el que están involucrados.
Landes va explorando varios temas en secuencias llenas de brutalidad y lirismo. Desde las relaciones de poder, pasando por el despertar sexual que influye en sus acciones, hasta las motivaciones morales de cada uno de sus personajes. Chicos que van creciendo en medio un mundo autoritario, violento y abstraído del mundo exterior. Un universo en donde existe una fina línea entre el afecto, la lealtad y la traición. Personajes que no dudan en imponer sus propios deseos sobre el bien común.
Un detalle particular en la historia es que en ningún momento se hace explícito a que conflicto bélico remite el film, ni tampoco a que país de Latinoamérica pertenece. Claro, la referencia más cercana es que se encuadra dentro del contexto de las FARC y la guerra de guerrillas. Sin embargo, el guion de Alejandro Landes y Alexis Dos Santos, nunca enfatiza en este detalle. Un aspecto que profundiza aún más la abstracción de los personajes del mundo exterior y que otorga un mayor sentimiento de soledad al grupo.
La brutalidad en la historia se contrasta con una estética visual extraordinaria. «Monos» explota todo el paisaje de las montañas y las selvas colombianas, sus diversas atmósferas y texturas. La estupenda fotografía del film funciona como un contrapeso al relato cruel que se exhibe. Una característica que recuerda a «The Thin Red Line», el clásico bélico de Terrence Malick en donde se planteaba entre otras cosas, esa dicotomía que existe entre el horror que es capaz de producir el ser humano en medio de ambientes de incuestionable belleza.
Un aspecto que es acompañado por un reparto notable que constituye la verdadera fuerza de la película. Interpretaciones geniales en las que se destaca la de Moisés Arías como Pie Grande y Sofía Buenaventura, que interpreta a Rambo, un personaje andrógino en quién recae la representación de los efectos psicológicos del conflicto y cuyo desarrollo en la historia va determinar la trama. Tanto Pie Grande y Rambo, representan las dos caras de un contexto que no ofrece ninguna alternativa para los dos personajes, arrebatados de toda identidad y presos de sus propios traumas.
«Monos» es una película que indaga sobre la muerte, la locura y el poder. Una historia al que se le puede reprochar un exceso de crueldad en varias secuencias, pero al que no se le puede negar su preciso retrato sobre la que significa perder la inocencia en contextos violentos. Una historia extraordinaria repleta de referencias cinematográficas que deja al espectador extasiado en su propuesta visual, pero que desnuda al mismo tiempo el lado más horrible de nuestra propia condición. «Monos» no da respiro hasta el último momento en donde toda la angustia contenida en la historia, se descubre en ese simple plano final.