En toda la discografía Beatle «Let it Be» fue el álbum más resistido por sus integrantes. John Lennon afirmó años después que era la evidencia de que los Beatles no eran tan geniales como la gente creía. Harto de esas sesiones, es bien conocida la historia de George Harrison renunciado a la banda. Inclusive cuando se cumplieron treinta años de su publicación, Paul McCartney volvería a revisar esas canciones para rehacer una nueva versión del álbum como tenía en mente en un principio, lejos de la producción final hecha por Phil Spector. El álbum parecía una obra fallida en un catálogo perfecto. Un material demasiado crudo para revelar al público. Todo eso hasta el estreno de «Get Back», este documental de casi ocho horas supervisado por Peter Jackson que narra las caóticas sesiones de enero de 1969 e intenta hacer una relectura positiva de esos días.
De todos los productos Beatles editados y relanzados a los largos de los años, la película «Let it Be», dirigida por Michael Lindsay Hogg, siempre fue muy difícil de conseguir para los fanáticos de la banda que nunca llegaron a ver la película original en su año de estreno o en su totalidad. El film solo llegó a ser relanzado en vhs y otros formatos similares a comienzos de los ochentas, y solo algunas partes fueron incluidas en la serie Anthology a mediado de los noventas. La versión más accesible a la película era una vieja copia en mal estado que corría (y sigue corriendo) en internet y parecía destinado solo al público más obsesionado con el grupo. Más allá de eso, el material en bruto estaba enterrado bajo el férreo cuidado de los Beatles sobrevivientes que por muchos años se negaron a reeditarlo.
Es por eso que «Get Back» es todo revelación que explota en la pantalla con la mejor calidad de imagen y sonido posible. Sin embargo, su impacto va más allá de la actualización en formato. El material extiende el metraje de la película original que solo duraba 80 min, e incluye por primera vez el concierto en la azotea de Apple Corps en su totalidad. Más ambicioso aún, el documental intenta presentar de manera lúdica y alegre uno de los períodos más oscuros de la banda, con la intención de desterrar para siempre en el imaginario colectivo todo ese pesimismo que expresaba la película original y cuyo corte final montado por Lindsay Hogg, siempre quedó como una piedra en el zapato entre los miembros de la banda.
Peter Jackson logra una experiencia inmersiva en el mundo Beatle, apoyándose en una rigurosa curadoría y un minucioso montaje para sincronizar imagen y sonido en un conjunto que describe la dinámica de la banda y el aspecto más importante del grupo: su proceso creativo. Así vemos como los cuatro va construyendo a partir de pequeñas ideas, acordes y tarareos las nuevas canciones para un show de tv que tenían en mente y que al final fue cancelado. En poco más de veinte días vemos como los Beatles tienen listos los temas que luego fueron incluidos en «Let it Be», la mitad de las canciones que iban a formar parte de «Abbey Road» y otras joyitas que cada uno luego metió en sus trabajos como solistas. Un catálogo demencial de unos tipos que no pasaban los 28 años.
El documental retrata a una banda recluida en el estudio de grabación hace tres años y con la necesidad de conectarse a su audiencia de alguna forma posible. Un proceso que demuestra el nivel de exigencia del grupo, que venía de publicar solo dos meses antes el «Álbum Blanco» y colocar en el número 1 al single Hey Jude/Revolution. No es raro ver las secuelas de esa carga laboral en sus rostros, principalmente en los estudios Twickeham cuyas sesiones comenzaban a la mañana. Ahí vemos a un Harrison bostezando, a Ringo dormitando y a un John colgadísimo con más ganas de estar con Yoko que ensayar otra canción de McCartney. A excepción de Paul, ninguno parecía con ganas de estar ahí.
Para los fanáticos más obsesivos de la banda quizás no haya nada nuevo bajo el sol y para aquellos que se acercan con curiosidad al mundo Beatle, el documental por momentos les parecerá tedioso, pesado y exasperante, especialmente en las secuencias de autoparodia y confusión creativa que parece llevarlos a ningún lado. Sin embargo, esa es la parte más extraordinaria de todo el documental. Todos esos elementos son puestos en pantalla por primera vez y más allá de la respuesta del público, resultan relevantes dentro de la dinámica Beatle. Un proceso centrado en el humor cotidiano, en los chistes internos de sus miembros y la capacidad que tenían de escapar a la aburrida solemnidad burlándose de ellos mismos. Quizás por eso los momentos de mayor creatividad musical se dan en los estudios Savile Row y con Billy Preston como tecladista.
De las sesenta horas de filmación disponible y ciento cincuenta horas de audio, Peter Jackson crea un collage de secuencias que eran desconocidas y que ahora quedaran como registros enigmáticos en la historia Beatle. La concepción maravillosa de «Get Back» por parte de McCartney, la construcción meticulosa de «Dont Let Me Down», la charla cruda y sincera entre Lennon y McCartney grabada de forma anónima, la zapada John y Yoko con Paul en la batería, la sátira a los nacionalistas británicos con una canción llamada «Commonwealth» que nunca fue publicada. Secuencias como esas se suceden unas tras otras a un ritmo frenético y con el mayor de los detalles.
Aún así, el documental tampoco censura los momentos que hicieron del material original un producto pesimista y que describía ciertos aspectos que luego fueron fundamentales en la separación de la banda. Así somos testigos del doloroso ninguneo de Paul y John hacia George cuando éste presentaba nuevas canciones o intentaba aportar nuevas ideas ideas. La adicción al trabajo de Paul, su imposición como líder perfeccionista y su frustración ante el proyecto, tanto que incluso estuvo a punto de derramar algunas lagrimas en una secuencia del film. También vemos el incipiente coqueteo de Lennon con un personaje central en la disolución de la banda, el mánager de los Rolling Stones, Allen Klein. Situaciones que iban empeorar la relación del grupo en los próximos meses.
Sin embargo, el aspecto más desmentido dentro del documental quizás sea el papel de Yoko Ono durante esos años. Una idea misógina construida desde el propio ambiente del grupo en los pasillos de Apple Corps y potenciado en el imaginario de los fans para sacar el peso a los verdaderos culpables: las diferencias económicas y creativas entre John, Paul, George y Ringo. A excepción de que el metraje no incluido diga lo contrario de aquí a otros cincuenta años, la imagen que el documental hace de Yoko es la de una compañera taciturna, respetuosa y que aprovechaba los momentos muertos de la banda para aullar de la forma en que solo ella lo sabe hacer.
A pesar de que los Beatles estaban conscientes de ser filmados y ese filtro nos deje con la duda de si todo lo que vemos es real o parte de un show montado (recuerden, son los beatles), hay un aspecto que sobrevuela todo el film y es de una verdad irrefutable: la música. Ahí no hay engaños y esta nueva versión de Jackson nos regala todo ese proceso hermoso, confuso, incomprendido y al fin de cuentas adictivo. No hay nada más excitante ver como una canción Beatle toma forma a través de la dinámica Lennon-McCartney y los aportes de Harrison y Starr. La forma en que las letras y los arreglos van cambiando, las dudas que tenían sobre canciones extraordinariadas y la capacidad innata para encontrarles la vuelta. Las payasadas quizá sean para la cámara, pero en la música hay una honestidad brutal que impactan mucho más con las hermosas imágenes del documental.
Lo más curioso y a la vez sorprendente es el hecho de que «Get Back» solo sea una pequeña porción de la inmensidad Beatle. Una mirada fugaz y voyeur a través de un cerrojo para todos los fans. Sin embargo, el documental sintetiza con fuerza las viejas historias que aún se siguen discutiendo, sus contradicciones y el chispazo creativo que los diferenciaba del resto y en cierto sentido, es representado en esa extraña decisión de hacer un concierto en la terraza de un viejo edificio londinense, transformando en tono ready-made un lugar cotidiano en el escenario de su último concierto en vivo.
George Harrison afirmó alguna vez que los Beatles salvaron al mundo del aburrimiento. Quizás tenía razón, por eso el mundo continua hurgando en el pasado y preguntándose ¿por qué los Beatles se separon?. «Get Back» tal vez no responda a esa pregunta en su totalidad y al final deje más dudas que certezas (como siempre), pero sus casi ocho horas de metraje se convierten en una experiencia frenética junta a la banda más influyente del siglo XX. Un viaje de ida que estimula todos los sentidos y enamora con una intensidad que hace que sea díficil despegar los ojos de la pantalla.