Eric Clapton estaba despierto pero no se despegaba de la cama. Era casi mediodía y él se encontraba en ese instante de resaca e incertidumbre. Mareado y desconcertado, luego de una fiesta a la que había asistido la noche anterior. Al otro lado de la pieza había un teléfono sobre una mesita de luz. El aparato saltó con una llamada, Eric lo dejó sonar un buen rato y después fue despabilándose lentamente hasta llegar allí. Se acomodo en la silla que estaba a lado de la mesita y se puso a charlar un buen rato. Luego colgó el teléfono y en su rostro se dibujo una mueca de alegría. Era la llamada que estaba deseando escuchar. Carl Radle, lo buscaba para formar una banda. Clapton, entusiasmado, acepto la propuesta. Era lo que necesitaba.
Cuando el teléfono sonó aquella vez era el otoño de 1969 y Eric se encontraba solo. Hace unos meses atrás se había apartado abruptamente de Blind Faith. Un super grupo formado un año antes y que buscaba derribar el estigma que a Eric siempre lo perseguía: la incapacidad de liderar una banda. Blind Faith había publicado un Lp y viajado por toda norteámerica en un tour de varios meses, pero de un día para el otro todo había terminado. Clapton era un hueso duro de roer que al menor indicio de éxito se inmolaba sin contemplaciones. Sus compañeros tampoco eran nenes de pecho. Steve Winwood no llegaba a conectar muy bien con su par compositivo, en la batería Ginger Baker se dejaba consumir por una adicción a la heroína y en el bajo Ric Grech no hacía más que completar una foto descolorida. Blind Faith fue un intento fútil de supergrupo que funciono como un chispazo, pero que luego se esfumó en sus diferencias. Con todo eso había que buscar algo nuevo.
Carl Radle, el tipo que telefoneó a Eric, era un bajista que había nacido en Tulsa, Oklahoma. Era el típico músico de sesión, feo pero talentoso. Formaba parte de una agrupación conocida como Delaney and Bonnie and Friends, una especie de grupo intinerante sin músicos fijos cuyo éxito se debía al talento del matrimonio formado por Delaney y Bonnie Bramlett. O por lo menos, ellos eran la imagen principal de la banda. Antes de la gira norteamericana con Blind Faith, Clapton había escuchado algunas cintas de esta desconocida banda de Tulsa que cayeron en sus manos sin saber por qué. Interesado por lo que había encontrado, exigió a su mánager para que contrate a estos muchachos como teloneros de su grupo. Fue así que conoció a estos nómadas musicales que vivían en una especie de comunidad ambulante y que por sobre todo eran talentosos, que tenía a un Bobby Withlock en teclados y Jim Gordon en Batería. Withlock era el más hippie de todos, un tipo alto, desgarbado, con melena y un talento innato en la composición. En cambio Jim Gordon era especie de niño gigante, un tipo con el pelo enrulado de color rubio que metía miedo por su gran estatura. Un baterista arrollador que mataba su imagen de torpe, inútil y patudo cuando agarraba las baquetas. Los dos, más Radle habían dejado a Delaney and Bonnies por diferencias con el matrimonio y se encontraron colgados sin saber que hacer. Fue en ese momento cuando se acordaron de que Eric Clapton estaba en las mismas. Así que sin dudarlo, decidieron llamarlo. La afinidad musical del británico con los de Tulsa iba a desembocar en una nueva colaboración musical. La mejor de sus vidas.
Al comienzo los tres músicos de Tulsa se instalaron en la casa de Eric en la zona Surrey, a unos 40km de Londres. A pesar de ser unos carasucias en el negocio, todo el ambiente musical británico de aquellos tiempos ya los conocían, hasta el punto de que casi firmaron un contrato de grabación con Apple Records, la discográfica de los Beatles. Por medio de Clapton, George Harrison los había seguido desde las épocas de Delaney and Bonnie, inclusive tocó con ellos en varios conciertos con la intención de meterlos a la maquinaria de los Fab. Todo el negocio se truncó al final con la separación del grupo. Harrison tuvo que contentarse en tener a los nuevos ahijados de Clapton como músicos de sesión en su primer trabajo como solista, All Things Must Pass. Estas sesiones serían los primeros fogueos musicales del cuarteto que lentamente iba a centrar sus atributos en las composiciones de la dupla Clapton-Whitlock y la potente base rítmica de Radle y Gordon.
A excepción de la colaboración con Harrison y algunas participaciones de cada uno en solitario en proyectos de otros artistas, la banda no irrumpió rápidamente en la escena. Eric era el más reticente. Él estaba harto de cargar con toda esa mitomanía creada alrededor de su figura. Apenas tenía 25 años y el público lo tenía como un dios griego contemporáneo, como si fuera el Apolo del blues británico. En realidad, Clapton era un lobo estepario vagando de un lugar a otro, conocido y adorado por todos, pero sin un lugar fijo. Testarudo, había dejado a los Yardbirds –su primera banda- cuando estos iban a adentrarse en el mundo pop. Un sacrilegio que no toleró. Su adn estaba constituido por el blues más puritano y lastimero. Esas tragedias personales de los afroamericanos que él las importaba hasta la urbe londinense para transformarlas y hacerlas propias. Involuntariamente estaba metido en toda aquella efervescencia del mundo pop, nunca lo pudo negar, pero él no quería ser un Beatle o un Stone. Es por eso que cuando se unió al trío de Tulsa, decidió desenchufar los focos y sacar toda la parafernalia mediática que lo seguía cada vez que formaba una banda. Aquello no funcionaba.
Los cuatros empezaron a tocar en lugares desconocidos, fuera del circuito londinense, especialmente a través de la campiña británica en pequeños bares o salones de baile. Absolutamente nadie los conocían. Para el público era una banda más del montón. Además, para evitar “confusiones”, el grupo cambiaba de nombre en cada actuación. Con aquellas mañas, los de Tulsa eran unos desconocidos. A Clapton tal vez lo ubicaban pero sin mucha seguridad. En cada concierto el público se preocupaba más por sus vasos de cervezas antes de lo que salía de los amplificadores de aquellos músicos anónimos. De esta forma los cuatros empezaron a compenetrarse cada vez más. En silencio y sin presiones. Todos esos pequeños toques eran una especie de entrenamiento para lo que estaba por venir. Pero el anonimato no era para siempre. El juego y los cambios de nombres terminaron el día en que un torpe animador que solía llamar a Clapton, Del, los aconsejó un día que se presenten como Del and The Dominos. El grupo aceptó y cuando estaban a punto de subir al escenario escucharon como estrepitosamente los presentaban como ¡Derek and The Dominos!, ¿qué carajos…?. Bueno, aquello no importaba mucho, el concierto fue un éxito y la banda quedaba bautizada de esa forma.
Pattie, you got me on my knees
Luego de un día poco inspirador, en donde los ensayos no habían salido nada bien, Clapton fue a su casa nervioso y ansioso. Se sentía insoportable a si mismo. Desde hace unos años tenía un pequeño problema y debía solucionarlo. Aquél sentimiento debía ser expresado como sea. Agarró el teléfono y llamó a la casa de George Harrison. La que atendió fue Pattie Boyd, esposa del Beatle, que entusiasmada preguntó a Eric si quería hablar con su esposo. No Pattie, Eric quería hablar contigo. Esa noche Clapton se descargó y confesó todos sus sentimientos. Pattie se quejó con el guitarrista. Ella estaba casada y lo más importante de todo, amaba a George. El puterio más importante del rock acababa de empezar. Clapton recibió la respuesta con angustia y con cierta culpa. Pero no todo estaba perdido. La rubia de cara aniñada le dijo que pase por su casa para hablar mejor. Sin pensarlo, Eric fue hasta allí. Aquella noche los dos abrieron una botella de vino y terminaron besándose mientras George no se encontraba en casa. Con una esperanza en el corazón y algo mareado por el vino y la emoción, Clapton terminó reventando su Dino Ferrari en una curva cerrada cuando volvía a casa. Bobby Withlock lo busco desesperado toda la noche, hasta que lo encontró internado en un hospital con daños menores. Luego del susto los dos volvieron a casa, felices y borrachos.
El amor desenfrenado de Eric Clapton hacia Pattie Boyd iba a ser el motor creativo de toda la obra de los Dereks and The Dominos. Todo iba encajando perfectamente, la música iba bien y ahora en Clapton había una pequeña esperanza con respecto a sus sentimientos. Desde hace dos años que Eric había echado el ojo sobre Pattie. Durante ese periodo había estado relacionado con una modelo francesa, la hija de un diplomático británico e inclusive tuvo un affaire con la hermana menor de Pattie, Paula Boyd. La relación con Paula era solo una pantalla que el utilizaba para acercarse a su hermana. Cuando la muchacha se enteró de esta manipulación, terminó descorazonada para luego dejarlo por Bobby Withlock. A Clapton no parecía importarle nada. En cuanto al amor de Pattie Boyd se refería, todo era válido. Inclusive cuando Clapton le confesó todo esto a George, el beatle pareció consternado pero sin sentirse traicionado por su amigo. Eric, sorprendido, se sintió con vía libre para todo.
Este triangulo amoroso y el nuevo proyecto musical que se gestaba iba a coincidir con la primeras experiencias de Eric con la heroína. Esa adicción que iba a comenzar a causa de un manija que invitaba a sus clientes a comprar toda la cocaína que quisieran por un porcentaje X de Caballo –que promo, ¿verdad?-. Clapton, que era un cocainómano confeso, aprovechaba esto para abastecerse lo más que podía, guardando toda la heroína que le sobraba en el ropero de su pieza. Tanta heroína se le acumulo en su casa que ya no sabía que hacer con ella. Hasta que un día sin más, para que la cosa no se eché a perder, empezó consumirla. En los años siguientes, la heroína iba a ser la principal dieta en la alimentación de Eric. Un periodo oscuro que lo iba a alejar de todos para aislarlo con sus propios demonios.
Durante los meses de agosto de 1970 la banda se instaló en Miami para grabar algunas canciones en los estudios Criteria. A pesar de que el motivo principal del viaje era hacer música y ponerse a trabajar, las primeras semanas todo se desvirtuó por el buen ambiente de lugar. Los cuatro se pasaban tirados al sol, bañándose en la pileta y consiguiendo todo tipo de estupefacientes en la tiendita de regalos del hotel. La tiendita funcionaba como un puesto de distribución de todo tipo de drogas. Durante aquellas semanas Clapton conoció a Duane Allman en un concierto al que fueron invitados. Este rubio, larguirucho y con cara de equino, era el líder de los Allman Brothers Band. Una banda fantástica del sur de los Estados Unidos que alborataba la escena musical de aquellos días. Después del concierto, Eric y Duane terminaron hablando. Todo fue amistad a primera vista. Clapton invitó a su par para que vaya al estudio cuando quisiera. Allman se lo tomo muy en serio la invitación. Al día siguiente los dos ya estaban terminando Layla.
Sueltas canciones de amor
Layla and Other Assorted Love Songs, Portada. 1970.
Layla y Majnun es un relato antiguo de la literatura persa que había dado vueltas en la cabeza de Eric luego de que un amigo, que estaba a punto de convertirse al Islam, se lo haya contado. Esa historia era su historia. Un amor no correspondido que terminaba en desgracia y no podía ser consumado por algunos principios morales de su tiempo; algo que a finales de los 60s no había cambiado mucho. Eric Clapton se sentía el Majnun de la historia, el desdichado que sufría por amor. Con este concepto encontró la manera de expresar todo lo que había reprimido durante dos años. Layla se convertía en el altér ego de Pattie, y a través de esa imagen podía descargar todas sus emociones. El primer álbum de los Derek and The Dominos iba a centrarse mayoritariamente en el sentimiento de Clapton hacía la rubia, inclusive la portada con el rostro fino de una mujer de cabellera rubia era la alegoría exacta de lo que estaba pasando por la cabeza de Eric. La imagen de una mujer casada, hermosa y delicada a la que él no podía poseer.
La combinación de los excesos y los sentimientos encontrados, tuvo un resultado para la posteridad. Layla and Other Assorted Love Songs fue el epítome de un guitarrista que llegó a la cima de su creatividad, acompañado por unos músicos talentosos e inconformistas que se adecuaban a un ritmo que se tambaleaba en botellas de bourbon y kilos y kilos de sustancias ilegales. Ninguno de ellos se escapaba de esa vorágine adictiva, es más, se tiraban de panza a esa frenética locura que era liderada por Clapton. A él no le gustaba el mote de líder, no tenía la mínima intención de ser un Lennon o un Jagger. Pero aquello lo perseguía siempre a donde iba y estaba a punto de provocar el fracaso comercial del álbum. Eric no quería saber nada de promocionarlo bajo su nombre. Durante los primeros meses, el material pasó desapercibido sin que nadie pudiera darse cuenta de que carajos iba la cosa, ni que uno de los integrantes era Eric Clapton. Las ventas eran escasas, la difusión a través de la radio apenas existía. Con todo eso, el esfuerzo de un año de trabajo había sido poco rentable. Clapton, presionado por su mánager no tuvo más opción que incluir una observación en el disco que mataba todo tipo idealismo artístico en él, una frase que rezaba: Derek es Eric. Aquello fue el colmo para el guitarrista que pensaba que el material se vendería por sus méritos propios. Puro romanticismo infantil. Los Dominos tenían que mojar la camiseta.
Ellos recorrieron toda Europa tratando de promocionar el álbum, algo que al final lo consiguieron y pudieron repuntar las ventas. En vivo, la banda era fantástica. Se daban el lujo de rescatar viejos clásicos de blues y moldearlos a potentes improvisaciones en donde despachaban toda la mala energía que corría detrás de bambalinas, mientras sus poros exhalaban pastillas y litros de alcohol. Las geniales actuaciones en vivo no se parecían en nada a la realidad que golpeaba a la banda cuando los amplificadores se desconectaban. Lejos de complementarse mejor cada día, las primeras fricciones empezaban a aflorar. El responsable directo de aquél drama era la droga; cada uno de los integrantes comenzaban a aislarse para disfrutar de su adicción, especialmente Clapton que de a poco parecía ir perdiendo la ilusión en su nueva banda. Además, cada proposición del guitarrista hacia Pattie era rechazada. En esas circunstancias el único hábito que tenía Clapton era la de pasar aislado en un cuarto a un escenario y viceversa. El resto no importaba.
Cuando volvieron a Norteamérica para cumplir con todas las fechas programadas, los problemas se agudizaron. Los muchachos de Tulsa estaban enterados de los hábitos de Clapton, inclusive acompañaban esas costumbres. Eran una banda de rock de comienzo de los 70s ¡¿qué más se podía esperar..?!. La carretera se había cargado con unos cuantos durante esos días y Eric parecía ser el siguiente. La época de la alegría y la experimentación se había esfumado, un afroamericano murió acribillado en un concierto de los Stones, La Familia Manson había tirado al tacho toda la imagen del flower power con un asesinato en masa y la escena musical de repente se encontraba con sus ídolos muertos. A Clapton quisieron prevenirlo y sacarlo de aquél juego, pero no había caso. Nadie sabía que aquellos conciertos con Derek And The Dominos eran los inicios de un camino que iba en picada.
Las drogas, los desacuerdos personales y las presiones marketineras para promocionar al grupo terminaron por matar toda la ambición musical que se había gestado. Instalados en Inglaterra, se encerraron en un estudio de grabación para grabar el segundo álbum. Aquello fue imposible. No había motivación, todos estaban malhumorados y desanimados, con la cabeza en otros proyectos. El día en que Eric trató de imponer una recomendación a Jim Gordon, el baterista colapsó y se armó una bronca terrible que terminó con Eric abandonando a los tres en el estudio sin previo aviso. Esa sería la última vez que la banda iba a estar junta. Derek And The Dominos dejaba de existir.
Con la banda disuelta, dentro de la cabeza de Eric solo había lugar para un pensamiento: Pattie. Durante todo los meses viajando con los Dominos, Clapton había dejado de comunicarse con la rubia. Así que un día la llamó y la invitó a su casa para que escuché el nuevo disco. Todo era perfecto, Clapton dibujo en su mente una escena en la que Boyd, después de escuchar el material dejaría la fría mansión de Harrison para mudarse con él. No había otra posibilidad, así tenía que ser. Pattie fue hasta allí, abrieron otra botella de vino como siempre lo hacían. Eric puso el acetato en el tocadiscos cuando empezó sonar una música desgarradora y llena de angustia. Pattie, con la copa de vino entre sus dedos, escuchaba atentamente la letra de cada una de las canciones. La esposa de George no era tonta, sabía que cada frase era para ella, cada verso un golpecito que la desconcertaba. Se sentía halagada por ser la musa de todas esas poesías, pero.. -si, siempre hay un pero- ella estaba asustada. Amaba a George, y a pesar de la crisis matrimonial que vivían, no pensaba dejarlo. Eso fue suficiente para Eric. Luego de escuchar todo el álbum y terminar el vino, Clapton la llevó hasta su casa. Era la última vez que vería a Pattie Boyd antes de aislarse completamente del mundo por tres años. En su casa de Hurtwood, una botella de whisky, un paquetito marrón y el peor momento de su carrera los estaban esperando.
Derek And The Dominos dejó registrado todo el inconformismo de una banda que no quería amoldarse al establishmente musical de la época. Eclipsado quizás por otros proyectos de Eric como Cream, o sus éxitos radiales en los 70s como solista. Esta fue la agrupación más creativa, potente y desgraciada en la carrera del guitarrista. Los Dominos pagaron muy caro la libertad de ser ellos mismos. De los cinco integrantes que lo conformaron, tres se fueron al carajo. Duane Allman terminó sus días poco después de colaborar con ellos en un accidente de moto. Carl Radle jamás supero su alcoholismo y fue encontrado muerto en un hotel a causa de una cirrosis. Jim Gordon fue enloqueciendo con los años, al punto de terminar matando a su madre a martillazos. El baterista sufría de esquizofrenía y nadie nunca lo supo. Clapton y Withlock sobrevivieron a aquella locura y se volvieron a cruzar años después, pero ya no había más nada que decir. A veces el rock es una bestia cabrona que regurgita a sus propios hijos.